Aunque la actual capital de Turquía es Ankara, Estambul sigue siendo una de las ciudades más importantes del país por la industria, el comercio (propiciado por su enclave geográfico) y su mestizaje cultural. Fue la capital del Imperio Romano de Oriente, del Imperio Otomano y de la República de Turquía hasta 1923. Alberga más de una docena de universidades y es sede del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, cabeza de la Iglesia Ortodoxa.

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Iglesia Museo de Santa Sofía. Fte: Islamic Arquitecture

Muy pocas ciudades quedan ya en el mundo tan exóticas como Estambul. Sólo basta con pasear por sus c alles, perderse por los abarrotados caminos del Gran Bazar, o con penetrar en el sobrecogedor recinto de Santa Sofía, para darse cuenta de que todo es posible en esta ciudad hermosa y caótica en la que Oriente y Occidente se  funden y en la que uno siente el peso de la historia y el mestizaje de gentes y civilizaciones. El contraste lo domina todo: desde la majestuosa Mezquita Azul hasta los mosaicos de San Salvador de Chora; desde el lujo otomano del palacio de Topkapi hasta los modernos escaparates de la Ciudad Nueva; desde el constante ajetreo del puente de Gálata hasta las silenciosas calles del barrio sefardí.

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El estrecho del Bósforo. Fte: Álbumes Picasa

Aquí todo es magia. La ciudad está divida en dos partes, una asiática y otra europea, por el estrecho del Bósforo; y la parte europea, a su vez, en la Ciudad Antigua y la Ciudad Nueva por un corte en la tierra denominado el Cuerno de Oro. En las dos orillas se combinan viejos palacios de madera con lujosas mansiones restauradas con su propio embarcadero, los restaurantes del barrio de Besiktas, donde se puede disfrutar de un atardecer extraordinario, con paseos en barco por el estrecho disfrutando de un kebab, un humus, un cacik, o un pescado fresco.

Los hammam

Las hammam, también conocidos como baños turcos o hamam, son un rito, una continuación de los baños romanos en el mundo Otomano Turco, y fueron introducidos por primera vez en Gran Bretaña en el siglo XIX. Hamam en hebreo quiere decir «estar caliente»,  y hamma en árabe significa «calentar», pero para disfrutar de un baño turco es  necesario la relajación en un cuarto tibio, para pasar posteriormente a otro de mayor temperatura (cuarto caliente) antes de sumergirse en una piscina fría. Después del lavado completo de cuerpo y recibir un masaje, el cuarto frío de relajación es el último paso para sentirse como nuevo. Se recomienda beber un poco de agua y un té turco para que la sensación de haber levitado sea completa.

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Cúpula del Hammam Cemberlitas. Fte: Cemberlitas

Los Hamam tenían una gran importancia en la vida social de los otomanos. Por ejemplo, cuando las madres elegían esposa para sus hijos, la novia daba una fiesta de despedida de soltera con sus amigas en el Hamam, con comida, música y baile. Esta tradición ha ido desapareciendo, pero aún se mantiene hoy en día.

Estos baños suelen tener dos partes separadas para hombres y mujeres y su uso sigue muy interiorizado en Estambul. Algunos de los más conocidos son el Hamam de Çemberlitas, el de Cagaloglu y el de Galatasaray. El Hamam de Çemberlitas es el más interesante de todos. Está a tres minutos de la entrada de Nuriosmaniye del Gran Bazar y fue construido por el famoso arquitecto otomano, Sinan, en el año 1583. Relajarse en la piedra de vientre (la piedra circular de mármol situada en el centro del Hamam, que se mantiene caliente gracias a un horno especial) y disfrutar a la vez de la cúpula iluminada del siglo XVI no tiene precio.

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